Foto: Elsie Haddad
Nizar Saghieh lleva dos décadas trabajando para transformar Líbano en un país mejor, como activista por los Derechos Humanos y también desde su rol como abogado y fundador de la organización Legal Agenda. Sus causas incluyen los derechos de las víctimas de la guerra civil, de las mujeres, de las personas LGTBIQ y de los migrantes. También la prostitución o las drogadicciones. A través de litigios estratégicos, ha luchado por conseguir reivindicaciones laborales, medioambientales o de grupos minoritarios.
Y, sobre todo, nunca ha dejado de abogar por la independencia de la justicia. Ahora menos que nunca, cuando el país afronta un histórico proceso judicial por la explosión en el puerto de Beirut del 4 de agosto de 2020, que mató a más de 200 personas, hirió a miles y devastó parte de la ciudad. Una batalla inédita contra la impunidad de la élite política –según lo describe Saghieh– que podría hacer tambalear el sistema de repartición sectaria del poder, corrupto y clientelar, vigente desde el final de la guerra civil (1975-1990). Tampoco contempla abandonar el país, pese al éxodo masivo que sufre un Líbano en caída libre. Más de la mitad de la población se hunde por debajo del umbral de la pobreza, privada de sus ahorros por un “corralito” bancario evitable y en medio de una creciente escasez de productos básicos, como la gasolina o las medicinas. La moneda se ha devaluado un 90% en apenas dos años. Todo ello, ante la pasiva indiferencia de los líderes sectarios, que tras provocar el hundimiento, ahora se muestran solo interesados en su propia supervivencia. Contra ellos, Saghieh salió a la calle durante las jornadas de entusiasmo revolucionario posteriores al 17 de octubre de 2019. De hecho, nunca ha dejado de salir, ni antes ni después de esos días. Y recuerda con una sonrisa: “antes éramos pocos a oponernos al régimen, ahora somos muchos. Podemos decir que vamos caminando hacia la democracia”.
ORIOL ANDRÉS GALLART: Últimamente se ha popularizado mucho la reflexión de Antonio Gramsci de “El viejo mundo se muere. El nuevo tarda en aparecer. Y en ese claroscuro surgen los monstruos”. En el caso de Líbano, parece especialmente pertinente. ¿Cree que Líbano está en la fase de claroscuro o aún está atrapado en el viejo mundo?
NIZAR SAGHIEH: El viejo mundo fundado y basado en la figura de los líderes no existe más. Esa relación tan particular entre el pueblo y seis o siete líderes que lo dominan todo, que controlan la esfera y el debate público, es mucho más débil. Sigue perviviendo quizás en torno a la figura de [el chií] Hasan Nasralá o en los más feudales como [el druso] Walid Jumblatt, pero en general se está desvaneciendo en todas las confesiones, sobre todo desde octubre de 2019. La idea de que mi líder es mi líder solo porque siempre lo ha sido, ya no se da por válida. Llevará tiempo, pero los ciudadanos están clamando que no creen más en estas personas y que no buscan sustituirles con otros líderes. El problema es que este modelo está siendo remplazado por un sistema basado en la violencia. Porque estos líderes continúan gobernando y –seamos realistas– se están preparando para ganar las elecciones de nuevo, sin importarles los medios para lograrlo. El sistema desplegará todas sus capacidades y fuerzas para mantener el poder. Este no será más un régimen basado en la popularidad de los líderes sino en su capacidad para mantener las cosas en su estado actual. Los libaneses están emergiendo como ciudadanos. Y hay una nueva tensión entre este “ser ciudadano” y el viejo régimen.
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